Preguntas y Respuestas 

“¿Qué tipo de formadores de mentes debemos ser si queremos que nuestros estudiantes adquieran una mentalidad creativa y obtengan buenas notas? La creatividad va más allá de la música y el arte. Es una actitud frente a la vida, y todo el mundo la necesita. Se trata de un compuesto de hábitos mentales que incluyen la curiosidad, el escepticismo, la imaginación, la determinación, la habilidad en el trabajo manual, la colaboración y la autoevaluación.”
Al hablar de educación, normalmente nos centramos en dos dimensiones. La primera: ¿Qué debemos enseñar a los niños? La segunda: ¿Cómo sabremos que lo han aprendido? Currículo y evaluación. Son dos temas que dominan el debate educativo en todo el mundo. Pero existe, todavía, otra dimensión; menos obvia pero mucho más importante: ¿Cómo logramos que utilicen la mente? ¿Qué tipo de competencias de aprendizaje conseguimos que nuestros estudiantes utilicen? ¿Qué tipo de formación en el uso de la mente se está impartiendo, día sí día también, en nuestras escuelas? Sabemos que la mente humana está formada por rutinas del pensamiento, muchas de los cuales se desarrollan en la escuela. Así, pues, debemos estar seguros de que los hábitos mentales que enseñamos son los que nuestros jóvenes realmente necesitarán.
El docente influye de un modo importante en las competencias mentales que los estudiantes activan en las aulas. En matemáticas, podemos enseñar las «áreas» de un modo que formemos a los estudiantes para detectar problemas —no solo para resolverlos— y fomentemos su disposición a la curiosidad y una actitud colaborativa. Otra opción es enseñar las «áreas» de un modo que reforcemos su tendencia a la pasividad, dependencia e instrumentalidad. Podemos explicar la historia de la Segunda Guerra Mundial de un modo que fomente la empatía y la tolerancia. O podemos impartir la materia como si solo hubiese un único punto de vista «correcto». Cada profesor deberá decidir, de modo consciente o inconsciente, qué clase de formación mental se desarrollará en su aula.
Hace unos días conversé con un grupo de profesores de historia, y tocamos el tema de la falta de conciencia crítica en los jóvenes al navegar por la red. Daban por bueno cuanto aparecía en Wikipedia. Estuvimos de acuerdo en que un escepticismo sano frente a las «reivindicaciones de conocimiento» era un hábito mental bastante útil en el siglo presente. Y yo les dije: «Sólo confirmadme, si podéis, que el modo en que impartís historia a los estudiantes de noveno grado está diseñado para desarrollar una actitud crítica frente a las reivindicaciones de conocimiento de la que ahora (con bastante derecho a hacerlo) os quejáis que no tienen…» Y debo decir que se hizo algo de silencio. Porque nunca se les había ocurrido que un tema de la historia podría utilizarse como un mecanismo de ejercicio para ejercitar una actitud vital para el siglo XXI como es el escepticismo, en oposición a una inclinación disfuncional a creer cuanto leen. También podéis descartar la posibilidad y decir «yo solo imparto conocimiento». Independientemente de la forma de enseñar, cada docente es un formador de mentes, situado en algún lugar en un proceso continuo que va desde la construcción de la conformidad, a la construcción de la inteligencia creativa.
Guy Claxton
Profesor Emérito de Ciencias de la Educación de la Universidad de Winchester; Profesor invitado de Educación en el Kings College de Londres